sábado, 18 de junio de 2011

¡Kawaii! Género y poder en la cultura de lo lindo.

Juan Antonio Yáñez

Boletín 16, noviembre-diciembre de 2008


Hace unos años, tras regresar de un viaje a Japón, le regalé a una amiga un llaverito. Su reacción fue más racional que emotiva; nunca pensé que un maldito llavero diera pie a una pregunta para la que apenas encontré una respuesta. ¿Por qué los japoneses tienen tantas de estas cosas? ¿Por qué estas cosas siempre tienen que ser tan “lindas”? Su pregunta me resultó interesante, considerando que la dulzura convertida en mercancía, tal vez sea uno de los principales anzuelos que tiene la cultura japonesa para miles de jóvenes “japonófilos” en todo el mundo.

Cualquiera que haya ido a Japón puede dar razón de la ubicuidad de lo lindo en ese país. Caras tiernas e infantiles adornan las revistas, la dulce voz de una joven anuncia al siguiente bateador, y cangrejitos sonrientes te advierte del peligro de recargarte en la puerta corrediza del tren. De hecho, no es necesario tener nexos con Japón para ser partícipe de la cultura de lo lindo; ya que la podemos encontrar en nuestros lápices, libretas y en nuestros paquetes de hamburguesa y papas.
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Una posible explicación de los “por qués” de esta faceta de la cultura pop japonesa la aporta Brian Mc Veigh[1] , a partir de los significados sociales que comunica la lindura dentro del tejido social japonés. La postura de este antropólogo norteamericano es radical, ya que encuentra raíces sociopolíticas que se proyectan hasta las formas más banales en las que los japoneses llevan sus relaciones interpersonales. Lo lindo o kawaii, dice Mc Veigh, está en relación estrecha con los sentimientos entre los miembros de una sociedad, que en el caso de Japón, es esencialmente vertical. Aunque los tiempos cambian, las jerarquías entre maestro-alumno (sensei-seito), superior-inferior (sempai-kōhai), etc., siguen siendo importantes. Sobre este trasfondo, lo lindo suaviza los encuentros entre las jerarquías sociales, y al mismo tiempo las refuerza cargándolas de sentimientos paralelos de lealtad, compromiso e incluso obediencia. 

Lo kawaii tiene una carga semiótica; es entonces un canal efectivo para movilizar y comunicar concepciones del mundo. Comunica valores de jerarquía, obediencia y empatía, que sobre una lógica confuciana privilegian a una autoridad poderosa y masculina sobre otros personajes carentes de poder; esto incluye una relación hegemónica del hombre sobre la mujer. Entonces, detrás de la red de significados relacionados con lo kawaii, existe una estructura de poder enraizada en sus características. ¿Qué hace a algo o alguien kawaii? Entre muchas otras cosas, está la capacidad para despertar el instinto protector entre las personas del alrededor. Esto lo logran 1) cualidades de la forma, como caras redondeadas e infantilizadas y 2) cualidades deseables dentro la estructura vertical de la sociedad como el ser alegre (akarui), empático (omoiyari) y obediente (sunao). 

Pero, ¿qué tiene de malo ser alegre, empático y obediente? Absolutamente nada. Sin embargo, hay que resaltar que dentro de la estructura vertical de la sociedad japonesa, tales atributos generalmente fluyen de abajo hacia arriba y son esperables en la gente ubicada en el polo carente de poder: los niños y sobre todo las mujeres. ¿Quién consume los objetos kawaii? ¿Quién desea ser kawaii? ¿Quién desea que otros sean kawaii? Antes de tachar a Mc Veigh de tajante y aguafiestas, cabe decir que él aclara que no todas las mujeres japonesas gustan de lo kawaii. Sin embargo, la norma social sí está disponible en muchos productos por los que la gente paga dinero. A final de cuentas, un objeto kawaii obtiene su valor comercial de su capacidad para comunicar un simbolismo que el comprador asume y hace parte de sí.

Es interesante lo que podemos encontrar detrás de figuras aparentemente tan inocuas y también es interesante saber que podemos encontrar figuras tan inocentes y tan cargadas de significados en nuestra propia cotidianidad. Es sólo cuestión de ponernos a pensar qué es lo que están comunicando esos muñequitos que los vecinos pegaron en la parte trasera de su camioneta.     

Mc Veigh, B. (1996). Commodifying Affection, Authority and Gender in the Everyday objects of Japan. Journal of Material Culture, Vol 1 (3): 291-312.


[1] Brian Mc Veigh trabajó muchos años en la Universidad Tōyō Gakuen; actualmente es profesor de antropología en la Universidad de Arizona.

sábado, 4 de junio de 2011

INDIO VS HINDÚ, Un gentilicio incomprendido

Elizabeth Salomón C.

(Publicado en el Boletín ACIA número 1, Marzo-Abril de 2006)

Mucho se ha discutido acerca de cuál es el gentilicio adecuado para nombrar a los originarios de la India. Los dos vocablos propuestos son indio e hindú, y cada uno de ellos representa una forma distinta de ver a este subcontinente. La lengua española actual toma ambos términos como sinónimos, no obstante el disímil origen y significado de las palabras. Entonces, ¿cuál expresión es más recomendable usar?
El DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) dice de indio:
1. adj. Natural de la India. U. t. c. s.1
2. adj. Perteneciente o relativo a este país de Asia.
3. adj. Se dice del indígena de América, o sea de las Indias Occidentales, al que hoy se considera como descendiente de aquel sin mezcla de otra raza. U. t. c. s.
4. adj. Perteneciente o relativo a estos indios.
En esta definición encontramos que el gentilicio ocupa la primera acepción del término, es decir, como su significado esencial. Por el otro lado el DRAE nos dice de hindú:
(del fr. hindou)
1. adj. Natural de la India. U. t. c. s.
2. adj. Perteneciente o relativo a este país de Asia.
3. adj. Perteneciente o relativo al hinduismo.
4. adj. Partidario del hinduismo o adepto a él.
Aquí comienza el debate. Al encontrar en esta palabra la misma acepción que la anterior, nos da la impresión que ambos términos son sinónimos. Es conocido el hecho de que la palabra hindú designa a los profesantes del hinduismo, más que a los naturales de la India.  Sin embargo, la acepción referente a la filiación religiosa es recogida por el DRAE, como penúltima debido a que los hispanohablantes ya casi no usan el término hindú para referirse a una filiación religiosa, sino erróneamente, como gentilicio. Y digo erróneamente porque en la India, además de hindúes, hay cristianos, musulmanes, budistas. Llamar hindúes a todos los naturales de este país, es como llamar católicos a todos los mexicanos, cuando en nuestro país también hay otras importantes comunidades religiosas.
Pero, ¿cómo llegamos a esa aparente sinonimia? ¿Por qué el término hindú ha venido a servir de gentilicio? Los primeros pobladores de la región que hoy conocemos como la India no se dieron un único nombre a sí mismos, no tuvieron todos uno mismo gentilicio. Se identificaban usando cada uno el nombre de su casta (jaati), el cual también indicaba su filiación religiosa. Los términos India y, por consecuencia, indio, provienen del árabe Hind, corrupción del sánscrito Sindh, nombre que recibía una provincia de la región. Más tarde, los portugueses, españoles e ingleses variaron la pronunciación recibida de los árabes, y nació así el nombre de India, y fueron los españoles quienes terminaron por llamar las Indias a aquel país y sus alrededores.
Es ampliamente conocido el hecho de que, al ser descubierto el continente americano, los europeos inicialmente creyeron haber encontrado una nueva ruta marítima a las Indias. Al descubrimiento de nuestro continente siguió el nacimiento de un nuevo par de conceptos geográficos: las Indias orientales (propiamente la India) y las Indias occidentales (el continente americano)2. Desde entonces y hasta nuestros días los nativos de América han sido llamados indios y, a pesar de que hace ya varios siglos se descubrió aquel error geográfico, el uso del gentilicio indio prevalece en Iberoamérica.
El habla común dio una solución aparente a esta duplicidad semántica, adoptando uno diferente para los indios que le eran menos familiares, menos cotidianos, los que al grueso de los hispanohablantes les parecían menos indios: los indios de la India. Pero, ¿por qué se eligió llamarles hindúes?
Más de la mitad de los hindúes del mundo habitan en la región norte de la India. De este hecho es fácil inferir que otros países vieran al hinduismo como un rasgo característico de su cultura y esto, aunado a la similitud fonética de ambas palabras (ind-), los llevara a englobarlos a todos bajo el término: hindúes.
Hindú aparece por primera vez en el DRAE en su 19ª edición, en 1970:
Hindú: (del persa hindû)
1. a dj. Natural de la India. U.t.c.s.
2. Perteneciente o relativo a éste estado de Asia.
En la siguiente edición del diccionario, en 1984, se registra la acepción religiosa:
Hindú: (del persa hindû)
1. adj. Partidario o adepto del hinduismo.
2. Por extensión, natural de la India. U.t.c.s.
Pero en el habla común se continuó usando esta palabra como gentilicio, por lo que, en su siguiente aparición en el DRAE, lleva la misma definición que llevara en la primera. Tiempo después se añadió al vocabulario el término hinduista como el aceptado para nombrar a los profesantes del hinduismo, sustituyendo con él la acepción religiosa de la palabra hindú. Finalmente, en 2001, hinduista adquiere la definición oficial que conserva hasta hoy.
El uso del término hindú como gentilicio no es adecuado, aún cuando sea aceptado como correcto por nuestra lengua, pues su significado es muy limitado como para representar a toda una cultura. Además, al adoptarse como gentilicio se reforzó otro equívoco de nominación racial: indio para los nativos de América. Es también sabido que no muchos naturales de la India aceptan con agrado ser llamados hindúes, especialmente si no son de tal filiación religiosa. Pero, ¿qué hay del término indio?
La mayoría de los países actuales no conservan el nombre con el que sus propios habitantes solían denominarlos; por el contrario, tienen nombres que les han sido impuestos por culturas ajenas a la suya. Así, llamamos esquimales a los Inuit y España fue nombrada así por los romanos. La India no es la excepción, llevando un nombre de origen persa-árabe. Sin embargo, partiendo de la premisa de que todas las culturas para ser efectiva y rectamente comprendidas deben ser vistas desde sí mismas, concluímos que, si no podemos llamar a cada casta india por su nombre, lo más adecuado es llamar indios en general a los originarios de aquel país, ya que ese es el nombre con el que actualmente se reconocen la mayoría de ellos y el que se acepta más ampliamente.
NOTAS
1      Abreviatura comúnmente usada por el DRAE, significa “úsase también como sustantivo”.
2      Originalmente se le llamó Indias Occidentales sólo a ciertas islas del continente americano, que fueron las primeras tierras americanas descubiertas por los europeos. Más tarde, por extensión, se le llamó así a todo el continente.